lunes, 21 de mayo de 2007

El Padre Misericordioso no acaba de decir al mundo que ama al pecador

Queridos Hermanos/as en el Señor:

Bendito sea Dios Padre misericordioso que ama entrañablemente al Pecador, y yo soy una de ellas/os. Me he sentido muy admirada y agradecida al meditar en mi corazón, la misericordia que ha obrado en mí, al tomar conciencia en estos días de que la pág. Fe es pública.

Aunque se ha dicho que cualquiera podía acceder a ella, mi participación en la página estaba motivada especialmente por la corresponsabilidad en la santidad con mis hnos/as de la CAFA y de la CAF en dispersión. Si embargo el Señor me había manifestado en más de una oportunidad que toda la novedad que El en su compasión nos entrega trasciende el tiempo, el espacio y es universal, pero yo lo tomaba eso como para el futuro y no (como está sucediendo) para el presente.

En más de una oportunidad he compartido y ahora lo repito, para dar Gloria al Padre, que la página para mí ha sido y es un espacio de la manifestación de la santidad del Espíritu de Dios presente y operante en la vida de cada hermano/a. A medida que pasa el tiempo, experimento en mi pequeñez la necesidad de acercarme descalza como Moisés a la zarza ardiente, su vida en cada hno/a es sabiduría, alimento y fuerza que impulsa en la fe el crecimiento del cuerpo desde la novedad de su Espíritu siempre nuevo, siempre igual, siempre mayor.

En la fe me ubico ante la mirada atenta y misericordiosa del Padre, que me ha entregado a su Hijo para que mi vida sea en El. En mi condición y desde esta condición pecadora empecé a sentirme incómoda por tantos hermanos/as que tienen acceso a la pág. Me venía la imagen de un escenario, con unos pocos que estamos en escena y muchos espectadores que se mantienen en la distancia o tal vez cercanos, quizás en comunión, de sentir, pero también con prejuicios.

Cuando se me confirmó que la Pág. era pública, experimenté también lo de Jn.6, 60: ¡Este lenguaje es muy duro! (y la persona quien me dijo que la pág. era pública, más duro todavía) me invitó a dejar si no estaba de acuerdo, pero yo lejos de contestar como Pedro: Jn 6, 68, “A quien vamos....” No. Me encontraba vivencialmente ante la puerta estrecha pero sin poder dar ni un paso atrás, ni adelante. En mi había un fuerte deseo de marginar especialmente a aquellos que no concuerdan con mi visión de vida.

Doy tantas gracias al Padre en Jesús por no haberme dejado tanto tiempo en esa situación, sí el tiempo suficiente para darme cuenta en qué estaba. Y agradezco a la oración de la comunidad y de la persona que sabía en qué estaba. Al rato sin explicarme cómo de una manera totalmente gratuita, experimenté una transformación de corazón. Como un clamor suave amoroso del Espíritu empecé a sentir dolor por no valorar tantas gracias extraordinarias que se me ha regalado, al poner mi atención en lo humano.

Después con mucha fuerza me resonó la experiencia de Pablo “…a nosotros…, Dios nos ha colocado en el último lugar, como condenado a muerte, y hemos llegado a ser espectáculo para el mundo entero, tanto para los ángeles, como para los hombres. Nosotros somos los locos de Cristo, mientras ustedes irradian sabiduría…Nosotros somos débiles…”(1 Cor.4, 9...)

Así con tanta misericordia el Padre que hace salir su sol sobre malos y buenos, y caer la lluvia sobres justos y pecadores (Mt.5, 45) en Jesús, me confirmó nuevamente en mi vocación: ser hija en Cristo pobre, humillado, crucificado, y que en El quiere expresar en mí su amor gratuito a todos sin excepción. Y como experiencia fuerte, impactante, que El Padre no acaba de decir al mundo, es SU AMOR HASTA EL EXTREMO DE ENTREGAR A SU ÚNICO HIJO POR AMOR AL HOMBRE – MUJER PECADOR/A y yo soy una de ellas.
En el Amor del Padre en Jesús, un gran abrazo para todos/as,
Carolina