miércoles, 12 de diciembre de 2007

¡Había sido que el Señor habla!

¡Había sido que el Señor habla! Me refiero a mi vida que por canales insospechados de nuevo se encuentra con la radicalidad olvidada. ¿Por qué Señor de nuevo me presentas la vida religiosa? En mis últimos años la percibí tan engañada. Surgió para prender fuego en la tierra y el Espíritu no ha cambiado de parecer. ¡Cómo cuesta Señor mantenerse en la identidad que nos diste! Me siento como Jeremías que bajó al nivel que no le correspondía y fue reprendido por Yavé para retomar el amor primero: “Entonces Yavé me dijo: Si vuelves a mí, yo te haré volver a mi servicio. Separa el oro de la escoria, y serás como mi propia boca. Tú debes atraerlos a ti, y no rebajarte a ellos.” Jer. 15, 19.
¡Qué fuerza tiene el engaño! Si miro a mis hermanos los veo felices, ellos construyen la vida religiosa. Sirven a los pobres sin excluir a nadie, son capaces de sacrificar su tiempo y bienestar para responder a las necesidades de muchos, dan tiempo a la oración y al culto, se privan de bienes a veces necesarios por solidaridad con los pobres, no dejan de capacitarse para un servicio más eficaz a sus destinatarios, y en comunidad fraterna buscan la voluntad de Dios. Pero bajó Dios y confundió su lenguaje. Gen. 11, 7.
¿Por qué Señor tienes un pleito con tu pueblo del Espíritu? ¿Con qué nos presentaremos delante de Yavé? ¡Nos presentaremos ante El trayéndole nuestros sacrificios, servicios y oraciones! ¿O será necesario que nuestras instituciones despierten y den el ciento por uno con medida rebosante? Ya te he dicho, pueblo mío, lo que es bueno y lo que el Señor te exige: Si profesas vida de mi pertenencia, consagrada a mí, comparte mi misión – trae fuego a la tierra y desea que ya estuviera ardiendo y siente mi angustia hasta que se haya cumplido nuestro bautismo. Miq. 6; Lc. 12, 49-50.
¡Qué fuerza tiene el engaño! ¿Será cierto que el compartir fraterno y discerniente en la vida religiosa se caracteriza por un lenguaje espiritual para expresar las cosas espirituales que nos enseña el Espíritu de Dios? ¿O todo esto lo conversamos en el lenguaje de la humana sabiduría para no entender las cosas del Espíritu que son locuras para las comunidades que se quedaron en lo humano? Ellas no pueden entender las cosas del Espíritu porque se aprecian a partir de una experiencia espiritual. 1-Cor. 2, 13-14.
Si la vida religiosa nace del poder del Espíritu en la Iglesia, si esta nueva creación crece en sabiduría a partir de experiencias espirituales, si a las comunidades más avanzadas en la fe se les concede el pensamiento de Cristo, entonces esta vida religiosa revestida de Cristo concuerda en misión e identidad semejante a la de su Señor. El engaño cae: Sin experiencias espirituales no hay misión ni identidad, los holocaustos sobran ya que El colma en el sueño a sus amigos. Y sus amigos se convierten en pan triturado y repartido como primicia del pueblo del Espíritu. 1-Cor. 2; Sal. 127; Jn. 12, 23-24.