jueves, 20 de diciembre de 2007

El regalo que Jesús me da, para regalar en Navidad

El Espíritu me mantiene, como gracia sostenida, en Cristo crucificado,
participando de su momento de oscuridad y despojo,
de su fe radical en la fidelidad del Padre,
de su amor y entrega hasta el extremo.

Mi “extremo”, en el amor, siempre es limitado y “corto,”
el del amor del Señor es siempre mayor,
así voy aprendiendo a amar en El, como El,
y al mismo tiempo voy “conociendo” internamente su Amor hasta el extremo,
en su entrega por mi y por toda la humanidad.

Esto, vivido en el acontecer de cada día,
en las fidelidades sencillas y pequeñas,
que según Jesús,
preparan las grandes fidelidades;
en los acontecimientos dolorosos, sorpresivos,
como el de la muerte de nuestras hermanas;
en la vida comunitaria; en la misión,
sin esperar otra suerte que la de mi Señor…

Que en esta Navidad, el Amor de Jesús,
abajado, pequeño, humilde, extremoso,
llene nuestro corazón y lo transforme.
Y lo mantenga en ese amor de unos para con otros y con todos, en el año nuevo.
M.Carmen