martes, 24 de junio de 2008

Forastera en Jerusalén

Queridas, queridos Hnas. y Hnos, les comparto una experiencia escrita hace unos meses y lo tenía guardado, estos dias en la oración sentí la invitación de Jesús quien me pidió les comparta.

Resistencia y cerrazón de oscuridad había invadido mi vida unos años atrás ante la propuesta de un cambio sorpresivo. Luego de un largo proceso de discernimiento acepté la invitación de Jesús manifestada a través de mis hermanas, acontecimientos y situaciones sorprendentes, fuera de programa, en donde escuché el llamado de Dios En este momento pongo mis palabras en tu boca Jer. 1,9. Este mensaje vivo de Dios me colmó de fortaleza y tomándome de la mano de María sentí el impulso de abandonar el hogar y la comodidad a la que estaba apegada. Me sentía a gusto, amada y mimada en él. Era el lugar adecuado según mi proyecto.
Acercándose Jesús con mamá Maria me animaron a emprender viaje. Apresurada yo ultimando los detalles para el viaje, inusitadamente se asomaron a la puerta ante de abandonar el hogar y con insistencia ambos me repitieron “ven sin nada, ven sin nada”, en ese momento sentí palpitar en el corazón un fuerte runrún y me dije: lánzate, no temas ir a Jerusalén, el Amado va contigo”, en ese momento no se me ocurrió preguntar ¿a dónde vamos? Solo sentí un impulso interior de “ven con nosotros” el Padre nos confía la Misión. A continuación recibí la gracia de experimentar en la compañía de Jesús y mamá María seguridad y protección, sintiéndome envueltas en las entrañas maternas de Dios Madre.
Avanzada nuestra caminata por el largo trayecto, en subidas y bajadas se traspuso unas franjas de oscuras sombras provocando cierto temor, especialmente al sufrimiento y a que “mi yo muera”. Supliqué, Jesús oh Amado mío y conocedor de lo que ocurre en lo más profundo de cada corazón, siento resistencia a seguir dando pasos, las pisadas se entorpecen y el anochecer se acerca, a prisa invaden las dudas y las confusiones ligeramente empezaron a marcar el ritmo. María encendió la lámpara y colocándose a mi lado replicó: Ánimo, eres la predilecta de mi Hijo, no vaciles, Él está con nosotros. Jesús captó en mi rostro y asombrosa mirada lo que estaba aconteciendo. Sin más se introdujo en nuestra conversación con este breve pasaje “no tengas miedo, estaré contigo para protegerte Jer 1, 8. Asombrada y sobrecogida comprendí aquella petición “ven sin nada”, resonó nuevamente en el corazón “acércate sin expectativa, sin prejuicio, sin alforja. “SOLO AMA, y crea que yo AMO en ti”.
Hoy después de trascurrido unos años de la vivencia, reconozco en compañía del Amado que aún quedan brotes de resistencia en “dejar que Él viva en mi” experimenté la necesidad de ser podada, confiada di permiso al Señor diciéndole “Padre corta todas las ramas no productivas, auque esto produzca dolor, ahora, será para un mayor crecimiento”.
Entrando en Jerusalén pretendí explorar “por mi cuenta lo acontecido en aquella majestuosa ciudad”. Fue cuando vivencié momentos de soledad, de desolación, costándome conectar con Él en la oración. Los ruidos de los carros del activismo, el trote ligero y brusco de las caballerizas por las callejuelas de la ciudad me llevó a reconocer nuevamente que sin Él mi vida, nuestras vidas valen poco o nada. Experimenté vivir en un ambiente de hostilidad, pero la gente sencilla del pueblo se miraban unos a otros y en esas miradas se entrecruzaban preguntas, dudas, silencio, asombro; prevaleciendo la esperanza en la presencia de Dios siempre nuevo y eternamente antiguo. Observé desde la distancia en los gestos arrogantes de las autoridades y jefes de los sacerdotes confusión, orgullo y temor a perder sus prestigios ante los hombres de la sociedad, fundamentalmente cegado por la ambición del poder planearon hacer desaparecer al Hijo del Hombre, pero el poder amoroso del Padre es mucho mayor, con la pascua del Hijo nos regaló a todas y todos la salvación.
Extenuada, sin más senté a orilla de una estrecha y antigua escalinata, cerré los ojos dejándome envolver por la brisa suave y poco a poco fui entrando en profundo silencio, entonces escuché una voz conocida, abrí los ojos y encontré a Jesús sentado a mi lado, y con esa sencillez y dulzura que le caracteriza inició el proceso de dialogo, desvelando una dimensión muy importante, la contaminación de “mi yo” por la razón, el querer tener todo claro y ser la protagonista en solucionar las situaciones adversas con respuestas rápidas y limitadas en criterios e intereses personales. Nuevamente la sorpresa increíble del Señor permitiéndome visualizar a lo lejos una pequeñita lumbrera, la presencia maternal de María, y acercándome más a ella me recordó: hija escucha, contempla, ora y haz todo lo que Él te diga, entonces sentí estremecerse en mis entrañas la novedad transformadora del Espíritu y envuelta en un rocío de misericordia me condujo a revivir aquella experiencia; “la PRESENCIA en la AUSENCIA vivenciada en el desierto”.
Renovada y fortalecida reconocí que en diversas ocasiones la impotencia de enfrentar conflictos produce en mi fuerte movimiento y centrada en mi orgullo, intento “querer huir de la dura realidad”.
En una de las caminatas vespertinas dirigiéndome a la capilla para compartir la eucaristía, distante a un kilómetro y medio de la casa, me sorprendió la aparición del Jesús Buen Pastor, éste se acercó y tomando en brazos me consuela, acaricia y limpia las heridas, derramándola el ungüento de su amor lleno de misericordia y compasión. Ya descansada junto a Él, lentamente nos dirigimos a beber las aguas frescas del manantial de la VIDA, Jesús tomando la Palabra, leyó el texto del salmo 22, una pausa de profundo silencio, luego, con la mirada puesta en mi ser, exclamó: “Sari, Yo Soy tu esposo, amado y pastor, no temas, Yo siempre estoy contigo, vivo, amo y perdono en ti”. Sentí palpitar en tu corazón necesidades vitales, cautivado por tu sencillez decidí entregarte una buena ración de pastizales verdes de sosiego, serenidad, paciencia, esperanza y profundo gozo; lo suficiente para seguir creciendo en amor incondicional.
Verdaderamente en Él experimenté ser fortalecida e invadida por la gracia del sobrecogimiento, quedé sin expectativa, una vez más la revelación de Dios en Jesús expresión de ternura y de gran firmeza; siempre tratándose del amor gratuito y cause de su inmensa misericordia. La presencia viva del Jesús Buen Pastor me reafirma la fe en un Dios fiel; confirmándome que la iniciativa emerge siempre primero de la bondad y amor de Dios Madre/Padre.
En actitud contemplativa de la vida, de la sociedad, de la Iglesia y de la Vida Consagrada, con todo lo que implica vivir en esta histórica ciudad; permaneciendo unida a Jesús, sentí y escuché nuevamente el llamado y clamor de Dios a través de sus palabras, enseñanzas y testimonios; al despojo de las vestiduras viejas y rotas carcomidas por las polillas de las falsas expectativas, las mezquindades y la razón, y el dejarnos revestir por las vestiduras del amor y del perdón, “… sus muchos pecados, le quedan perdonados, por el mucho amor que demostróLc, 7,47
Reunidos en comunidad de discípulas y discípulos compartí mi Credo: creo en la fuerza renovadora del Espíritu, que rompe toda esclavitud y nos introduce al proceso de liberación, sólo Él es capaz de derrumbar nuestra ley interior, los proyectos personales elaborados a nuestro gusto y medida, nuestros “poderes y ostentaciones”, el creernos ser los mejores, ocupándonos más bien de nuestros propios intereses. Jesús nuestro Guía y Maestro, nos desvela en la Palabra su ocupación esencial, “Yo vine a ocuparme de los intereses de mi Padre; quien es también Padre de ustedes”. “Yo no busco mi voluntad, sino de aquel que me envióJn, 5,30Yo no vine a ser servido sino a servir; hagan ustedes lo mismoCf.Jn 13,13-17.
Dentro de esta hermosa y esplendorosa ciudad nos tropezamos cotidianamente con el riesgo de ser presa del individualismo, el egoísmo y orgullo quienes imponen un acomodamiento a estructuras frágiles y efímeras que muchas veces aceptamos con tal de pasar bien teniendo cierto bienestar, seguridad y cumpliendo las leyes impuestas.
Compartiendo la cena pascual con la gente en casa de Pedro, Jesús el Hombre de corazón puro y mirada limpia, sin prejuicio, echando una palmada en el hombro de cada uno de los que les acompañábamos, replicó: “ustedes son llamados a amar y a dejarse amar por mi Padre. “Yo les he amado a ustedes como el Padre me ama a mi; permanezcan en mi amor Jn, 15,9. Ustedes no me escogieron a mí, soy yo quien los escogí a ustedesJn. 15,16 Irradiados todos por las enseñanzas de Jesús y fundamentalmente por el anuncio de la Buena Nueva al Pueblo Esta Buena Nueva del Reino será proclamada por todas partes del mundo para que la conozcan todas las nacionesMt. 24,14. Experimentamos sobrecogimiento, gozo, atracción, consuelo y mucha paz, animándonos a no lamentarnos por tonteras, lo importante es permanecer junto a él En realidad, una sola es necesaria. María escogió la parte mejor, la que no le será quitadaLc. 10,42.
La semana preparatoria a los días santos acompañé a Jesús en su Misión de anunciar a todos, que el Reino de Dios está ya presente; y se hace presente en el reencuentro diario y relaciones con las gentes del barrio, en los acontecimientos que me llevan a revivir en la oración, en la Palabra y en cada mirada, sonrisa, abrazo, o un simple decirnos buenos días, buenas tardes; descubrí PRESENCIA y CERCANIA. Me ayudaron a ahondar en el proceso de cómo Jesús fue revelando las facetas del Padre encarnado en la cultura de su pueblo, nuestro pueblo. Conecté con la dinámica pedagógica y desde ahí comprendí con un sentido diferente la bondad de Dios para con todos; confirmación que en el corazón amoroso del padre entramos todos, y confirmación una vez más; Él nunca excluye a nadie. “Nuestro Dios es enteramente bueno
El día de la Pasión acompañé al amado en la soledad; momento asombroso y significativo fue cuando Jesús me pidió le acompañe también al huerto junto con María, Pedro, Juan y Santiago, y antes de retirarse a orar, nos dio esta recomendación “estén vigilando y orando”, ha llegado la Hora. La experiencia más fuerte de unir al dolor de Jesús el dolor de la humanidad, y la fortaleza interna de permanecer en esta aventura dejándome purificar por la sangre brotada del costado, el manantial de la vida, empapada sentí fluir energía de vida renovada, que disipó todo dolor, insatisfacciones y complejos. Juntos estrenamos un nuevo amanecer y un brote de firmeza en que el Padre ya nos dio la Salvación a tod@s en el Hijo.
A diario convivo con estas realidades y muchas otras situaciones y circunstancias que emergen en el proceso de crecimiento en la fe y seguimiento en fidelidad a Jesús. Conmovidas por las actitudes del amado al entrenar cada amanecer pido la gracia de dejar que Él ame en mi, y “no hacer nada por cuenta propia” esta vivencia de amor gratuito siento que va liberándome del orgullo a medida que lo dejo soltar.
Asombrada de cuanto Dios respeta nuestras libertades en especial nuestro libre albedrío; su fidelidad y capacidad de amar es eternamente sin tasa, me llena de ternura.
Últimamente entrenándome a contemplar el rostro de Dios madre y padre en especial en los ancianos y ancianas del barrio varones y mujeres luchador@s, luchan por ser considerados dignos, conciente que sus hijos son herederos de esa dignidad. Y releer en ellas/os el rostro misericordioso de Dios Amor.
Finales de la primera semana de pascua, nos trasladamos a Galilea, allí después de una amena conversación con una persona amada en el Corazón del amado, el Padre nos regaló a la comunidad de discípul@s la presencia de Jesús resucitado en medio nuestro con su tradicional saludo “La paz sea con ustedes” Jn 20,21, esta vez desbordada de amor y gozo opté renovar el compromiso de ser anunciadora del gozo de haber gustado de cuan bueno es el Señor.
Abrazos cargados de cariños para cada uno - una.
Sarita